domingo, 18 de noviembre de 2007

Subrealismo Colectivo


La gente de este país o más bien ciertos vecinos nuetros, andan cada día más desatados. Este nuevo siglo parece una carrera hacia ver quién hace mejor el pino, pero este darle la vuelta a la tortilla nada tiene que ver con el subrealismo de principios del siglo XX. No es una innovación positiva que busca sacar a la luz los sentimientos más profundos de la persona, de "el alma". Sino más bien una innovación regresiva, que cada vez nos permite menos libertades. Por culpa de aquellos que son unos irresponsables y no cumplen las normas básicas del respeto, que no son otras que ponerse en el lugar del otro, eso que a muchos se nos enseñó desde niños y que parece tan díficil de llevar a cabo.

Esto tiene relación con un hecho que ha sucedido hace no muchos días en un colegio de educación primaria. Resulta que el colegio tenía prevista una actividad educativa fuera de las aulas llamada "fiesta de la castaña". Esta actividad consistía en trasladar al centro escolar una de las estampas más típicas de los otoños en nuestra ciudad. Un castañero trasladaba su puesto al colegio y los niños compraban las castañas asadas. No tenía mayor trascendencia. Es entonces cuando aparece la figura del padre protector que mima a su hijo con esos juegos tan educativos de la "play station" y que le da para desayunar un "bollicao", el alimento más nutritivo de toda la dieta, con tal de no levantarse temprano para ir a por el pan. Este padre que tanto se preocupa por su hijo y que a buen seguro se preocupará de que su hijo estudie y no se dedique a estropear las fachadas de las casas con una nueva "cultura callejera". Este padre tan ejemplar se niega a que se realice esta actividad porque su pedriata le ha dicho que las castañas son malas para los niños, son astringentes. Por favor, cómo se hace esa fiesta si se sabe que son malas. Solución del colegio: no se hace la fiesta y todos los niños se quedan sin comer y sin oler esas castañas asadas, blanquecinas después de tostarse con el humo de las brasas incandescentes y envueltas en el clásico cucurucho de estraza que contaminan bastante menos que todos los embalajes actuales. Tantos años de tradición echados a la basura gracias al gran nivel cultural de nuestros papás y al miedo que existe por parte del profesorado hacia los padres. Y otro pequeños detalle, si se hubiera hecho la fiesta, los profesores no hubieran podido hacer fotos sin el previo consentimiento de los padres, porque claro, uno de lo profesores puede ser pederasta y usar esas fotos con otros fines....
En definitiva, perdida de libertad gracias al subrealismo colectivo. Señores, todos no podemos ser artistas. Lo que hacen falta son más escuelas para padres.....¡ Supernani!!! ¡¡¡socorro!!!

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