martes, 12 de marzo de 2013

Se llama Wert


Llevamos prácticamente dos años con luchas continuas en el sector de la educación, tanto a nivel de Universidad como de institutos. Luchas continuas con continuos altos y bajos, con mayores y menores avances en la conciencia del alumnado, pero siempre sin una victoria clara desde el punto de vista del que se moviliza. Si bien es cierto que ha mejorado notablemente la organización entre el estudiantado y la radicalidad del discurso, también se ha generado una cierta apatía y frustración al no ver materializados los objetivos. De hecho el movimiento estudiantil lleva una década movilizándose sin conseguir sus metas en el corto plazo, sin conseguir victorias parciales.  En este sentido, la finalmente aprobada subida de tasas ha marcado un hito. Registrándose a nivel estatal una de las mayores movilizaciones estudiantiles desde la LOU, y en el caso de Sevilla incluso superándose con creces. No obstante, aun consiguiendo de alguna forma victorias parciales como que las tasas se hayan subido el mínimo en muchas comunidades (son claramente insuficientes pues miles de estudiantes se han quedado sin poder estudiar, con lo que ello conlleva para su futuro precario), la no consecución de los objetivos ha supuesto una cierta desmoralización entre los estudiantes. 

En el contexto de crisis económica en que vivimos, con todas las luchas que se están dando en todos los sectores,  es cada vez  más complicado tratar los movimientos sociales por separado. La interrelación entre estos es cada vez más notable. Pero como ocurre en el movimiento estudiantil, en el resto de movimientos es necesaria una victoria . Hemos vivido el M15M sin que ninguna de sus reivindicaciones principales haya sido escuchada. Hemos vivido la lucha de los mineros, que tras una intensidad brutal, tampoco han conseguido doblegar al gobierno. En Madrid se han vivido luchas muy fuertes como la Marea Verde o la reciente Marea Blanca sin que se haya conseguido la paralización del proceso neoliberal. Si bien es cierto que ha habido pequeñas (o grandes) alegrías como en el hospital Princesa o en la paralización de muchos desahucios, la realidad es mucho más cruda. En general, en la sociedad española se corre el riesgo de que ante la no consecución de victorias parciales de calado se caiga en la desmovilización, la apatía y la aceptación de una vida precaria ante la impotencia de no poder cambiar la realidad.

Así ha llegado la hora de hacer templar al gobierno, y lo tenemos a nuestro alcance, se llama Wert. En muchos procesos históricos se puede observar la capacidad del sujeto estudiantil como sujeto potencial de cambio, bien reciente tenemos el caso de Canadá. Pero no es una cuestión sólo histórica o de potencialidad, es una cuestión de realidad política. La situación política y macroeconómica en la que se encuentra el estado español es desastrosa. El gobierno sufre un descrédito importante tanto fuera como dentro del país:
     
  1. No cumple sus compromisos de déficit con Europa.
  2. Sus presupuestos no son creíbles por ningún organismo internacional.
  3. Las políticas que está llevando a cabo son “contrarias” a su programa.
  4. La intención de voto ha caído en un año del 45% hasta el 23%.
  5. El PIB sigue en números negativos.
  6. El paro sigue subiendo situándose por encima de los 6 millones con una tasa del 26% y los desahucios se sitúan en 500 por día.
  7. Corrupción: Caso “Barcenasgate”.

En definitiva se está agotando la escasa legitimidad del gobierno para gobernar. Pero es que dentro de este nefasto gobierno, nuestro ministro de educación es sin duda el más incompetente y el que más descrédito tiene, siendo el ministro peor valorado. Todos los partidos políticos han mostrado su desafección hacia su gestión, e incluso ya han pedido su dimisión. Incluso dentro de su partido no están muy contentos con él pues está siendo causante de numerosos problemas que se podrían ahorrar gracias a declaraciones muy inoportunas como lo del “toro bravo” o aquello de “españolizar”. Dentro de los medios llamados de “izquierdas” entre los que se encuentra el grupo Prisa, le tienen en el punto de mira. Y después de los hechos acaecidos el pasado 14 de Enero en su charla en Sevilla, se ha mostrado efectivamente como un ministro vulnerable. De hecho las protestas van cada vez más encaminadas a su dimisión. Por ello es hora de formalizar dicha reivindicación. La dimisión del ministro Wert es sin duda un objetivo de calado posible, y que podría suponer la primera gran victoria de la calle.

Pero pedir la dimisión de Wert es mucho más que un golpe de moral, es luchar contra el sistema. Wert representa un tipo de política, la que con la escusa de la crisis y del no hay dinero quiere acelerar un proceso que ya está más que encaminado, la privatización de la educación, convirtiéndola en una mercancía de la que es posible lucrarse y haciendo mucho más notable las diferencias entre clases sociales. Llevamos muchos años viendo este proceso en la universidad, pero ahora se está trasladando de forma muy agresiva a la enseñanza primaria y secundaria con la ley L.O.M.C.E. Por ello, conseguir la dimisión de Wert, es sin duda la deslegitimación de dicha política.

El cuatrimestre pasado, tras la impotente aceptación de la subida de tasas, se intentó ahondar en un discurso más radical alrededor del No al pago de la deuda, ya que el pago de la deuda es el eje principal de todos los recortes y reformas estructurales neoliberales. Sin embargo, este discurso aún siendo sin duda el que deba aceptar el estudiantado y la sociedad en general, aún no está en condiciones de asumirlo y salir masivamente a la calle por este motivo. Por ello es necesario un aglutinador común que sea capaz de volver a sacar a la gente masivamente hacia un objetivo que sea factible de conseguir y que estimule nuevas luchas. Y ese aglutinador, vuelvo a insistir es Wert. Sin olvidar el resto de reivindicaciones, sin renunciar a introducir el discurso que ya venimos manteniendo del No al pago de la deuda y mercantilización de la educación, hay que lanzarse al ataque a por la dimisión de Wert.

Wert es un enemigo común que ya ha conseguido unir a madres y padres, docentes y estudiantes. Por primera vez las AMPAs han apoyado la huelga de estudiantes convocada por el SE. Así, esta gran lucha conjunta puede hacer unir de forma sólida a muchos colectivos, asociaciones y organizaciones políticas y sindicales.

Pero es más, además de luchar contra el sistema y deslegitimar la política que está llevando a cabo, la caída de Wert tendría efectos más que significativos en el gobierno central, pudiendo acelerar la salida del gobierno de Rajoy. La unión de la Marea Verde al completo  con la moral alta, junto a la Marea Blanca, así como junto a las fuerzas sindicales, ante tal circunstancia de desprestigio del gobierno central, podría sin duda provocar su caída. El PSOE es perfectamente consciente de esta circunstancia, y no dudará un ápice en sacar tajada y emplear todo su aparataje político. De hecho, a estas alturas de la partida, el PSOE juega un papel trascendental en la caída de Wert, y esto no hay que perderlo de vista ni tampoco temerlo. Sin duda, el mayor beneficiado en la caída de Wert y la supuesta posterior caída del gobierno en el corto plazo es el PSOE. Pero como digo, no hay que temer a esto. Su desprestigio entre la sociedad es altísimo, no tienen base social ni activistas de ningún tipo, la intención de voto en las encuestan están por los suelos (23%), y todo apunta a que en las próximas elecciones, salvo maniobra extraña de IU como en Andalucía, el PPSOE (a menos que el PP se escinda en dos) forme un gobierno de unidad nacional como ya se ha producido en Grecia, o como el propio Felipe González ha insinuado alguna vez: “Es necesario un pacto nacional para salir de la crisis”. Esta unión fraternal entre supuestos antagónicos, supondría el fin del bipartidismo y el comienzo de otro escenario completamente distinto. Todo esto es especulación pura, pero está dentro lo posible y más que probable, y como tal hay que tenerlo en cuenta.

De esta forma, los estudiantes tenemos una gran responsabilidad a la hora de prender la mecha que inicie el cambio político. Es preciso que nos marquemos un objetivo concreto y lo cumplamos para dar confianza a la sociedad de que podemos lograr el objetivo final, la superación del sistema capitalista.