martes, 14 de abril de 2009

La República


Tal día como hoy, el 14 de abril de 1931, se conocía la victoria de los partidos republicanos en las elecciones municipales, sobre todo en las ciudades. Cientos de municipios ondeaban la bandera tricolor; se formaba un gobierno provisional republicano formado por integrantes del pacto se San Sebastian paralelo al gabierno de Berenguer; la muchedumbre salía a las calles para celebrar la proclamación de la II REPÚBLICA ESPAÑOLA. Todo alegría y euforia, ante la llegada de una república que no era oficial, pues ni siquiera había sido aprobada en el congreso. Alfonso XIII, consciente de su derrota, abdicaba y tomaba rumbo hacia el exilio voluntario, al mismo tiempo que Berenguer dimitía de su cargo, lo cual legitimaba en cierto modo la instauración.

Tras la negativa de muchos partidos a unas elecciones generales en el proceso de transición de la dictadura de Primo de Rivera, debido al temor de que el poder de los caciques, sobre todo en las zonas rurales, tuvieran una gran influencia en los resultados. Bereguer propuso entonces unas elecciones municipales, que esta vez si aceptaron los partidos, conscientes de que en las ciudades las elecciones sí serían limpias. Y efectivamente, en las ciudades, donde las personanas eran más libres, ganó la república. Así, cabe señalar que esta proclamación fue ante todo fruto de una exaltación popular, tal vez, la primera vez que el pueblo español decidía sobre su futuro.

Comenzaba un período corto de grandes cambios sociales y culturales, tantos que no se supieron asumir. Se implanta el sufragio universal, no hay discriminación entre sexos ni entre clases a la hora de eligir a los representante políticos. El estado español pasaba a ser laico y la iglesía perdía poder gubernamental. La educación pasa a ser un eje fundamental del estado, creandose miles de escuelas en todo el país, donde tomaron gran importancia los centros de libre enseñanza, favoreciendo el librepensamiento de las sociedades futuras. Se plantea una reforma agraria que favorezqua un reparto equitativo de la tierra, de forma que los grandes terratenientes perdieran sus grandes extensiones en favor de los campesonos que la trabajaban. En definitiva, se intenta llevar a cabo una política infinitamente más social y en favor de las libertades.

Sin embargo, fueron más las esperanzas puestas en el cambio, que los hechos realmente materializados. La coyuntura no ayudaba( Europa estaba asolada por la gran depresión, así como los extremismos, fascismo y comunismo dictatorial cobraban gran fuerza) y las reformas progresistas toparon rápidamente con el fuerte poder de la clase conservadora. Esta esperanza depositada, se tradujo rápidamente en desesperanza y en una progresiva radicalización, con la que Ortega y otros grandes pensadores favorables a la república eran totalmente opustos. Tal vez los más necesitados estuvieran más que cansados de aguantar las desigualdades y la miseria, pero es claro que la revolución de octubre del treinta y cuatro no supuso más que un punto de no retorno hacia la igualdad y la libertad; y dos años más tarde, una España habría de helar los corazones.


Hoy, 78 años después, aun muchos añoramos el triunfo real del progreso y la libertad. Es cierto que el actual rey ha jugado un gran papel para este país, pero ya es hora que de que el derecho divino y la casta familiar, dejen de ser la única forma de acceder a ser el jefe del estado. Si el rey o el príncipe quieren ocupar ese cargo, para el cuál no niego que esten capacitados, que opten de igual a igual.

Hablar de rupública no bebiera ser sinónimo de fanatismo, si no hablar de educación, pensamiento, y deseo del cambio hacia la igualdad, el bienestar, la ética y el respeto de toda la sociedad en su conjunto. En este sentido, repito la frase de Ortega y Gasset en un artículo de prensa antes de la instauración de la segunda república, en honor al senador romano Catón, que repetía en el final de sus discursos, delenda est Carthago (Cartago debe ser destruida) :


DELENDA EST MONARCHIA