viernes, 16 de abril de 2010

Con sabor a despedida

Pienso en ti, pienso en ti a todas horas. Cierros los ojos, y viene a mí tu imagen, tu pelo largo con reflejos rubios, y me digo, mi rubia. Doy vueltas y vueltas recordando cada sonrisa que me brindaste en el día, cada frase que pronunciaste. Esa mirada, a veces arrogante, a veces humilde, y otras simplemente distraídas. Ahora recuerdo como tus ojos se clavaron en los míos, mientras sonaba música de otro tiempo, un canto a la libertad que no existía, una música de una fuerza tan profunda, que toda ella me revolvió el alma. Sentí unas ganas irresistibles de abrazarte, de besarte, de danzar al son. Pero tuve miedo, miedo a que tú no sintieras los mismo, miedo a que descubrieras mi inquietud, incluso vértigo a que pudieras tener los mismos deseos que me invadían. No recuerdo quien retiró la mirada, sólo recuero, que no volvió esa intensidad en toda la noche. A veces sonreías, pero rápidamente te sumergías en tu propio mundo, ausente. Y es ahí cuando más me desconciertas, cuando más dudas me asaltan, ganas de salir corriendo, olvidarte para siempre.

Pero aún no puedo y nunca mis sentimientos fueron tan contradictorios. Diría que no eres hermosa, ni esbelta, ni tampoco es la dulzura algo que te caracterice. Y sin embargo, el que a ti se acerca queda totalmente extasiado. Me parecías de una fortaleza extraordinaria, segura siempre de tus actos, capaz de cualquier cosa…y en apenas un suspiro, descubro que eras mucho más frágil, que te encuentras a la deriva, sin rumbo, casi sin ambiciones, sobreviviendo. Descubro que ciertamente no encontré a la niña inocente que se muestra tal como es. Sentada a mi lado en el asiento trasero, por primera vez, te vi de carne y hueso. Vislumbré quién puedes ser, tú misma sin tener que fingir, sin escusas. Recién me regalaste lo que quizás mejor guardes, lo que más me derrite, tu sonrisa tranquila y sosegada, limpia. La adoro.

Han pasado más de dos semanas, casi tres diría yo. Y hoy me volví a encontrar contigo. Estabas radiante, con una blusa blanca y estampado de flores verdes y algún otro color, bajo una camiseta roja. Dijiste: “hola Estanislao! “ con esa sonrisa blanca de oreja a oreja. Me volví a decir: linda, mirá que sos hermosa. Y como dice la canción, contigo, no quiero morir sin tener algo contigo.

1 comentario:

Pablo dijo...

Se nos enamora el muchacho...
Oye como va?