sábado, 26 de marzo de 2011

Él aún no perdió la esperanza




Se acerca Abril, en Sevilla. Entre las hojas verdes perennes de los naranjos que separan el bullicio de la ronda, del intramuro almohade, comienzan a salir los pétalos del azahar. Con el regreso del Sol radiante en un cielo desprovisto de algodones, el paseo cotidiano a la escuela bajo su perfume es uno de los placeres que más echaré en falta.

Esta noche salí a buscarte, seguí tu rutina de sudor febril, sin llegar a hallarte. De vuelta añoré la compañía que una semana atras sí disfrute al paso de la Campana, dónde dos misterios ensayaban su entrada triunfal en la carrera oficial. Descansé junto a una farola, observando como esos hermanos danzaban al son de un casette, mientras un grupo perplejo de franceses se preguntaban qué coño era aquello. Cuando vean los capirotes se asustarán un poquito más….

Doblando ya la esquina, pasé haciendo el menor ruido posible junto al señor que ahora duerme bajo el balcón. El mismo que anteayer se entretenía con una gameboy, y que esta mañana revisaba su colección de resguardos de quinielas. Él aún no perdió la esperanza.

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