Te encontré por un casual
ensimismado en mi mundo,
en la frontera entre la realidad
y el sueño, dónde con furor,
la tierra tiemblaba.
Camino del cielo angosto,
busqué en tu diálogo,
el amparo femenino.
Sin saber que hay permfumes,
que una vez abiertos
no se sabe o no se puede
respirar sin ellos.
Primero fueron su elegancia
y sus esquisitas maneras.
Refinamiento añorado,
de la ansiada Francia.
Su conversación inteligente
y profundamente dinámica.
Me fuí enganchando lentamente,
al ardor de mi luna media.
El misterio de lo prohibido,
sabeedor de lo imposble.
A su lado pasan la horas,
los meses, los días.
Me derrito como la cera,
al calor de su sonrisa.
Probé su inocencia,
y ahora, pobre de mí,
quiero amarla.
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