martes, 16 de abril de 2013

No es país para jóvenes.

La causa de mi llegada a Lisboa no fue exactamente mi exilio, sino aprovechar la oportunidad de una de las posibles últimas becas Erasmus dotadas con suficientes recursos para que se hagan efectivas. Estas se vienen reduciendo notablemente desde el inicio de la crisis, y las continuas medidas de austeridad amenazan con su desaparición.

Estudio y vivo en Sevilla, pero mi familia y mis amigos son de Jerez de la Frontera, ciudad en la que crecí y que está situada en la provincia de Cádiz. A principios del siglo XX Jerez era una ciudad industrial, dedicada a la exportación de vino, el Sherry, dónde el peso exportador con respecto al total de exportaciones del estado español llegó a ser del 40%. Una ciudad muy rica, pero con una muy desigual distribución de la riqueza. Hoy en día la situación es muy distinta, toda la industria del vino se desmoronó a partir de los años ochenta, coincidiendo con la entrada de España en la Unión Europea. A partir de entonces, llegó un proceso de reconversión industrial, dónde los productos agrícolas comenzaban a perder más y más presencia en la actividad económica, y dónde la política de la subvención primaba sobre la dignificación del trabajo agrario. Una de las medidas más llamativas fue la subvención para retirar hectáreas de cepas de vid, cepas que difícilmente volverán a ser plantadas debido alto grado de inversión que es necesario.

Al mismo tiempo, el otro polo industrial de la provincia, los astilleros de Cádiz, fueron poco a poco perdiendo actividad, con luchas obreras muy duras en reacción a estas políticas de reconversión hacia el sector servicios. Desde finales de los 90 y principios de este siglo, la principal actividad industrial fue la construcción, dentro de esa burbuja inmobiliaria que invadió España entera. En jerez, por esos años comenzaron a construirse mares y mares de unifamiliares, llegando a duplicarse la extensión urbana de la ciudad. Eran tiempos de aparente bonanza y de mucha, mucha corrupción y endeudamiento de los ayuntamientos en obras faraónicas con intereses muy particulares. Eran tiempos de comprar al pueblo al estilo de la Roma imperial: estadio de fútbol de 20.000 espectadores, circuito de velocidad, aeropuerto, autovías, palacio de deportes, juegos ecuestres, parque temático del motor, gigantescos centros comerciales, etc… Nada que dotara el pueblo del conocimiento y la libertad para ser dueño de su destino.

Con el estallido de la crisis, todo se desmorona. Ya hacía algunos años que la provincia había comenzado a vivir la deslocalización de grandes factorías hacia países de la Europa del este, el Magreb o incluso los países asiáticos. A una provincia que comenzaba a tener altos niveles de desempleo, se le sumó el desplome de la construcción. La actividad económica se para completamente, el antiguo tejido productivo agrario ya apenas existe, y el industrial se encuentra asfixiado por la falta de competitividad y de crédito.  El drama del desempleo comienza a crecer, y la tristeza y apatía se instala en el pensamiento colectivo. Los datos del desempleo de Enero de este año fueron realmente desoladores, la provincia cuenta con la escandalosa cifra de un 40,3% de desempleo(1). En el caso juvenil es aún peor, el 70% de los jóvenes menores de 25 años que no están estudiando se encuentran desempleados(2).

Aquellos que terminan sus estudios no encuentran trabajo. La baja actividad económica unida a la nula tasa de reposición de funcionarios, impuesta desde Bruselas, hace que gran parte de las expectativas directas de muchas carreras humanas y de ciencias puras y sociales quedan truncadas. La mayoría de jóvenes que sus padres son capaces de aguantar la crisis y no han perdido el empleo, se encuentran haciendo masters o con becas de trabajo en prácticas, muchos de ellos con el único sentido de que amaine el temporal y de camino ampliar la formación. Pero el temporal no tiene visos de amainar, las cifras no paran de subir, y la destrucción de pequeñas y medianas empresas continúa. En la mente de todos ellos, entre los cuales se encuentran la mayoría de mis amigos, sólo cabe una solución a corto plazo, emigrar como lo hicieron sus abuelos en tiempos de la dictadura franquista.

Los que tienen formación aún tienen la posibilidad de emigrar y buscar un futuro mejor en aquellos países que se encuentran en desarrollo. Pero aquellos que sólo tienen la graduación  secundaria, o incluso los que ni la tienen (que no son pocos) están en una situación realmente complicada, porque además pertenecen a familias ya de por sí humildes: los que como siempre más sufren los desmanes de los que jugaron a la ruleta con nuestras vidas.

Así, por un lado nos encontramos con una gran cantidad de jóvenes sin formación y sin acceso a ella, pues no tienen recursos para costearse una carrera universitaria, y menos con el brutal aumento de las tasas. Estos tienen casi imposible encontrar empleo y además no tienen la posibilidad de marcharse fuera: ya  hay bastantes inmigrantes de otros países más pobres dispuestos a trabajar por lo que sea. Y por otro lado encontramos otra gran cantidad de jóvenes universitarios que no encuentran empleo ( o lo encuentran de baja formación), que serían los más capaces para levantar la situación y que se ven obligados a marchar fuera del país, después de que el estado haya hecho la inversión en su formación.

Otros muchos jóvenes se ven obligados a volver a casa de sus padres, y perder la independencia que algún día llegaron a tener. Los pocos que tienen trabajo, es temporal y extremadamente precario. Con sueldos bajísimos, y en muchos casos sin cobrar con tal de ganar experiencia o simplemente porque la empresa no paga. Con esta realidad, aquello de ser independiente, vivir en tu propia casa (ya sea en propiedad o en alquiler), formar una familia y todo lo que se espera en nuestra sociedad se antoja un sueño difícil de cumplir. Es muy doloroso ver como las expectativas creadas se derrumban, como no hay expectativas de futuro,  y como incluso lo que está en juego es la propia subsistencia.

Ante esta situación, no hay más alternativa que luchar y pelear por nuestro presente y por nuestro futuro. Los de abajo no podemos esperar a que los mismos que nos han llevado a este desastre nos solucionen los problemas. Tenemos que perder el miedo y afrontar la realidad. Tenemos el deber y la responsabilidad de unirnos, de organizarnos, de ser solidarios y construir entre todos y todas un nueva forma de entender la vida, los valores que nos mueven, cambiar el modelo productivo y las relaciones que en él se dan, para que haya trabajo y sea digno, haya descanso y seamos libres. Está en nuestras manos y en las de nadie más. Yo soy un optimista convencido de que ha llegado la hora en la que vamos a transformar la realidad, y la vamos a transformar de verdad.

 No la va a reconocer ni la madre que la parió.



(1) http://www.elconfidencial.com/economia/2013/01/24/andalucia-agujero-negro-del-paro-40-en-cadiz-y-62-entre-los-jovenes-113560/
(2) http://www.abc.es/economia/20130209/abci-desempleo-juvenil-provincias-201302082107.html

*Publicado en MaydayLisboa.net http://www.maydaylisboa.net/2013/04/testemunho-no-es-pais-para-jovenes.html


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